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NUESTROS ESPEJOS II

¿De quién es la culpa? Esta pregunta en la mayoría de los casos tiene la misma respuesta: del otro.

¿Cuál es el fenómeno por el cual nos cuesta tanto ver qué parte de la responsabilidad en los sucesos es nuestra? La respuesta es por un mecanismo de defensa que utilizamos la mayoría de los seres humanos: la proyección psicológica.

Pareciera que poner la culpa afuera de todo lo que nos sucede nos libera completamente, cuando en realidad sucede lo contrario. Quién no ha vivido una experiencia en el trabajo en la cual se ha sentido culpable por algo y automáticamente busca alguien para echarle la culpa. Y siempre encontramos alguien: nuestro compañero de trabajo, nuestro jefe, el que limpia, etc, etc.

Y ¿cuál es la causa inconsciente – a veces consciente – que nos lleva a hacerlo?: el miedo.

El hecho es que casi nunca nos vemos a nosotros como los responsables de lo que nos pasa. Esto es porque proyectamos – literalmente lanzamos un proyectil hacia otro – y nos evadimos de nuestra responsabilidad.

¿Qué podemos hacer para salir de este pensamiento disfuncional? Invertir la proyección. Por ejemplo nos podríamos preguntar, ¿qué tengo que ver yo en todo esto? ¿Cuál fue mi contribución a que esto sucediera? ¿Qué fue lo que dejé de hacer? ¿Qué otra cosa podría haber hecho? ¿Qué me faltó? ¿Qué hizo que demorara tanto mi decisión? ¿Cuánto me ocupé para que se llevara a cabo? Y ahí es donde nos empezamos a empoderar, a recuperar nuestro poder, a encontrar las verdaderas causas de lo que nos sucede. A llevar la mirada hacia mí, la única persona sobre la cual puedo intervenir, la única persona que puedo cambiar, y dejar de tener la mirada afuera, en el otro.

Y esto pasa en el trabajo, en la familia, con nuestras parejas, con nuestros amigos, con nuestros hijos y en todos los contextos donde nos desenvolvemos.

¿De quién es la culpa? En verdad de nadie. Sólo existe el hacerse cargo, lo cual nos lleva a ser cada vez más conscientes de nuestros actos y asumir sus consecuencias.  Porque todo tiene que ver con uno mismo, con nadie más. Y las personas que nos rodean, nuestros espejos, sólo están ahí para que aprendamos.

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